miércoles, 6 de agosto de 2014

JUANJO Y SU CARRITO DE MANO

El espeluznante episodio que os voy a contar relata los hechos acontecidos el la oscura España de finales de los 50. Aquella España triste y gris en la que era difícil llegar a la esquina de cualquier calle de Madrid sin mancharse los zapatos de la sangre de algún fusilado allí mismo.
La terrorífica presencia de la Policía Armada hacía palidecer al mas templado porque por un gesto o una sola mirada te llevaban a una tenebrosa mazmorra de la Dirección General de Seguridad donde la tortura sistemática dejaba los pasillos atestados de cadáveres.

  En aquel caluroso verano de 1958 acarreaba Juanjo un carrito de mano con cuatro cántaros. Su destino estaba una bocacalle mas arriba. Cuando se disponía a doblar la esquina, Juanjo se topó con la siniestra figura del Guardia  que, el muy cabrón, se interpuso, chulesco, en su camino.

 GUARDIA.- ¿A donde se dirige usted?
JUANJO.- Aquí mismo, a la calle Vallehermoso,
GUARDIA.- ¿No sabe que lleva su carro en sentido contrario?
JUANJO.- Perdone, señor guardia, pero no es un vhículo a motor, y por la acera...
GUARDIA.- ¡Calle usted!. ¿qué lleva en esos cántaros?
Sin dejarle responder, el "gris" abrió la tapa de uno de los recipientes metálicos y exclamó.
GUARDIA.- ¡Leche!. Se ha caído usted con todo el equipo. ¿No sabe la normativa municipal de precintar todos los cántaros de leche hasta que se lo recoja la mayorista?
(Por aquella entonces aún quedaban algunas vaquerías en Madrid)
JUANJO.- Pero...
GUARDIA.- Ni pero ni leches. ¡Andando a comisaría!.
Entraron en un despacho donde el Guardia hizo sentar a Juanjo. Vino un escribiente que escribía en aquella máquina de escribir de los años 30 la correspondiente denuncia dictada por el agente.
Juanjo callaba.
GUARDIA.-...y provocando el caos circulatorio en la calle Fernándo el Católico con riesgo para la integridad de los viandantes...y bla bla bla...portaba un carro de mano con cuatro cántaros de leche sin el correspondiente precinto suponiendo por ello un peligro para la salud pública..y bla bla bla...tanta leche llevaba que se derramaba por los bordes de los cántaros que, repito, estaban sin precintar...la correspondiente denuncia contra D. Juan José no se qué no se cuantos.
¡Firme aquí!
JUANJO.- Yo no firmo eso.
GUARDIA.- ¿Y eso?
JUANJO.- Lo que pone ahí es falso.
GUARDIA.- ¡Comisario!, ¡Comisario!
 Se presenta un policía que lucía unas enormes manos enrojecidas, todavía calientes de algún interrogatorio anterior. Ahora le tocaba el turno al pobre de Juanjo.
COMISARIO.- ¿Qué pasa aqui?

El guarda le explicaba al comisario mientras salían a la calle donde habían dejado el carrito de los cántaros.

GUARDIA.- Mire, señor comisario, los cántaros de leche sin precintar...
JUANJO.- Que no llevo leche...
GUARDIA.- ¡Será cínico! . Se te va a caer el pelo. ¡Desacato a la autoridad!. Suma y sigue.
Al guardia le palpitaban las venas del pescuezo como a un loco. Destapó un cántaro y gritando dijo
GUARDIA.- Lo vé, señor comisario. Y todavía tendrá la caradura de negarlo.
JUANJO.- Claro que lo niego. No es leche.
COMISARIO.- Entonces, ¿que carajo lleva usted ahí?
JUANJO.- Horchata. 
GUARDIA.-. Media hora para redactar la denuncia, molestar al comisario y tocarnos las narices de lo lindo ¡Manda cojones!. 
El "gris" rompió de mala gana la denuncia y le dijo a Juanjo.
GUARDIA.-¡Váyase!. ¡Ande!...
¡Espere! ¿Y donde dice usted que tiene el puesto de horchata?

Guardia y comisario fueron, desde entonces, buenos clientes del puesto de  horchata y limonada de Juanjo.

Así de terrorífica y temida era la Guardia Armada de la España de Franco en los infelices y siniestros años 50. que tras un buen toquetéo de narices, nadie tocó un pelo a Juanjo el horchatero.

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