jueves, 15 de julio de 2010

SAN MILLÁN DE LA COGOLLA




Como esta entrada no es "de opinión", me limito a haceros un cortaypega de aquí y allá sobre uno de los lugares más importantes para la hispanidad. Me refiero a los monasterios de Suso y Yuso de San millán de la Cogolla.




Los orígenes del Monasterio de Suso hay que explicarlos necesariamente a partir de la vida del santo Millán. Es el santo el que da nombre al valle y al pueblo, a las devociones y al monasterio. Millán vivió como un anacoreta en unas cuevas, donde hoy está el monasterio, en las que fue también enterrado en el año 574.
Con la vida eremítica de San Millán se inaugura la historia de Suso. La evolución del tipo de religiosidad existente en cada una de las diferentes etapas de su cronología (eremítica, cenobítica y monástica) corre pareja a las diferentes transformaciones constructivas que el edificio experimenta (cuevas, cenobio visigótico, monasterio mozárabe y ampliaciones del románico).
Se pueden diferenciar las cuevas del edificio que aparece adosado a la roca, donde se distingue la iglesia de dos naves de cinco tramos, elementos arquitectónicos del primitivo edificio visigótico del siglo VI y pórtico de acceso mozárabe del siglo X.
Tras la muerte de Millán, en torno a su sepulcro se crea una primera comunidad de presbíteros. Esto significa un primer cambio en el tipo de vida iniciada con el santo: se pasa de la vida eremítica a la vida cenobítica. Ahora hay ya cierta organización, ya se puede hablar de vida en común. Cada eremita vive en su cueva y una vez por semana se reúnen en el nuevo edificio, en el cenobio.
Sin serlo todavía oficialmente, el pueblo ha hecho santo a Millán.( Bárbara, una mujer con parálisis parcial, es llevada hasta el refugio del anacoreta Millán El fervor, la comunicación con Dios y la oración del anciano curan a Bárbara, que quedará agradecida de por vida al Creador y al veterano asceta). Aquí se encuentra el germen del del Monasterio de San Millán. La afluencia de peregrinos al sepulcro de San Millán es desde entonces continua. A partir de ese momento el monasterio de San Millán de Suso va creciendo en importancia. Entonces un monasterio no se correspondía con lo que hoy entendemos como tal: eran centros de organización, por supuesto, religiosa, pero también económica, cultural, sociológica e, incluso, política.
Destacaba ya Suso desde sus comienzos, en el aspecto cultural, por su flamante escritorio, del que salió una buena y rica colección de manuscritos y códices, entre los que destacan el Códice Emilianense de los Concilios, datado en 992; la Biblia de Quiso, que lleva data del 664, o una copia del Apocalipsis, de Beato de Liébana y con la letra del siglo VIII, lo que le hace ser uno de los principales escritorios, si no el más notable, de la Edad Media Española.
Nos encontramos en el período tal vez de mayor esplendor del monasterio. Es el marco en el que va a surgir la que hoy es la más antigua manifestación escrita de la Lengua Española.
A mediados del siglo XI el rey García Sánchez mandó construir en Nájera el monasterio de Santa María la Real. Tanto al rey como al obispo y a los nobles les pareció conveniente que las reliquias de San Millán fueran trasladadas a dicha iglesia. La Crónica Najerense cuenta que, al ir el rey a realizar su propósito, ocurrió lo inesperado: una vez cargados los restos del santo sobre un carruaje tirado por bueyes y cuando la comitiva había bajado al valle, los animales se pararon y no hubo fuerza humana que los hiciera avanzar ni retroceder.
El rey entendió que esto era un aviso del cielo y decidió construir un nuevo monasterio sobre el lugar donde se habían detenido los animales: el Monasterio de San Millán de Yuso. Con el fin de diferenciar los dos monasterios, al de la parte baja del Valle se le va a llamar San Millán de Yuso (del latín deorsum, que significa ‘abajo’) y al de la parte alta, San Millán de Suso (del latín sursum ‘arriba’).






El Monasterio de Yuso destaca por sus grandes dimensiones. Es el fruto de la actividad arquitectónica de varios siglos (fundado en el siglo XI, fue reconstruido en los siglos XVI,XVII y XVIII) y en él se conjugan, sin contraponerse, diferentes estilos (renacentista, barroco ...). Además, el edificio alberga abundantes obras de arte: tan sólo en el Museo hay un elevadísimo número de cuadros, pinturas de los siglos XVII, XVIII y XIX, fundamentalmente, entre las que destacan unos veintidós lienzos de Juan de Rizzi (considerado el mejor de los pintores claustrales españoles); así como importantes cobres del siglo XVII.
De gran calidad es también la reja, realizada en 1676, que cierra el coro bajo de la iglesia, lo mismo que la escultura, de la que tenemos buena muestra en el trascoro rococó, que contiene ocho tallas de la mejor imaginería española. En esta misma zona de la iglesia se encuentra una de las joyas del monasterio: un púlpito de nogal, que parece ser de finales del siglo XVI y es una de las mejores gubias españolas. Otra de las joyas son las valiosas arquetas de oro y marfil, hechas en la segunda mitad del siglo XI, que contienen las reliquias de San Millán y son únicas en Europa.
De especial interés es el conjunto formado por la Biblioteca y el Archivo, que pueden ser considerados entre los mejores de la España monasterial. El Archivo medieval consta, fundamentalmente, de dos cartularios (el Galicano y el Bulario) y de unos trescientos documentos originales. La Biblioteca se conserva tal como quedó definitivamente amueblada a finales del siglo XVIII (no hay, intencionadamente, luz eléctrica, por ejemplo).
Su verdadero valor e interés radica, no tanto en su número -más de diez mil-, como en los ejemplares raros que conserva. Una de estas rarezas bibliográficas es el Evangelario de Jerónimo Nadal, impreso en Amberes en 1595 y si raro es poseer un ejemplar de esta edición príncipe, más raro es que todas las láminas estén policromadas, una a una.
Especialmente luminoso fue el descubrimiento de la Summa Casuum de Bartholomeus de Sancto Concordio, un incunable en perfecto estado, editado antes de 1475 y del que sólo se conservan cinco ejemplares en el mundo.





CUNA DEL CASTELLANO.


La importancia de las construcciones de Suso y Yuso radica en la ingente labor de su escribanía monacal. El monasterio de Suso disponía, casi desde sus orígenes, de un flamante escritorio instalado en la parte alta del edificio. Sus monjes copistas realizaban cada día una gran labor con el fin de engrosar el archivo emilianense.



Fue en uno de estos códices, el número 60, donde fueron escritas las primeras frasees en romance en el siglo XI. Las Glosas Emilianenses son esas anotaciones en romance vulgar empleado por el pueblo y los monjes, entre líneas o al margen de la página,escritas en el Códice Aemilianensis 60 con la intención de resolver las dificultades de comprensión que el texto latino generaba al copista. Aquí es donde nuestro castellano alcanza su madurez como lengua escrita, ya que es la primera vez que se plasma sobre papel.
Pero hay algo más aparte de las Glosas: el Códice 46. la importancia de este códice catalogado con el número 46 va más allá del interés ligüístico, ya que el libro aclara numerosos enigmas de la Edad Media. Se trata de un diccionario enciclopédico de 20.000 términos, muy parecidos a los de hoy, compuesto con buena letra y mal latín. En él, el copista ya tiene conciencia de la separación entre la lengua que habla y la que escribe.
Su lugar de origen es nuevamente Suso y la fecha en que se copió fue el 13 de junio 964.




Enlaces de interes:

EL NACIMIENTO DEL CASTELLANO
J. Javier Mangado MartínezProfesor de Filología Española Dpto. Filologías Hispánica y Clásica.Universidad de la Rioja




Fundación Camino de la Lengua Castellana


Los guardianes del monasterio de Yuso


TAREAESCOLAR. El origen del castellano.











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