martes, 10 de noviembre de 2009

VICENTE

Inspirado en una vida real.
Vicente era un hombre especial. Dicharachero, alegre, bailón y siempre dispuesto al banquete y el sarao. No muy trabajador y como todo vaguete siempre se las ingenió para traer el jornal a casa sin tener una ocupación fija.


Por su ánimo festivo, dificilmente nos podríamos imaginar sus penalidades de juventud. Se presentó Vicente voluntario para alistarse al frente popular en la defensa de Madrid. Con quince años no tenía edad para ir a las trincheras del frente, que por aquellos días estaba por Aranjuez por lo que le destinaron a intendencia. Le pusieron al cargo de una mula con la que tenía que abastecer de víveres a los de la primera linea de fuego. Carne de cañón. Las balas le silbaban haciéndole la raya del pelo. ¿Cuando alcanzaré la trinchera?, suspiraba Vicente.



Vicente se sentía socialista convencido. De buen corazón. Capaz de darte un riñón si fuera necesario. Lo poco que tenía lo compartía con el mas necesitado. Un romántico.


Al acabar la guerra cayó prisionero de los nacionales y sufrió cautiverio de dos años en los que estuvo de visita en varios campos de concentración hasta que se demostró que no era delincuente ni tenía delitos de sangre. Pero no se pudo marchar a casa. Antes tuvo que "prestar servicio de armas a la Patria". Tiene guasa, pensó él.


Así fue cómo Vicente salió con quince años de su barrio de Chamberí y volvió a casa con veintitrés, con mas mili que Churruca y mas hambre que Carpanta.


En su barrio de Chamberí pudo vivir sin que nadie le reprochara su pasado rojo, al fin y al cabo en su portal había tantas familias de un lado como del otro y el hambre ahora era para todos igual.


La férrea dictadura de Franco no quebrantó el espíritu alegre de Vicente. Trabajando aquí y allá para ir tirando y superar aquellos difíciles años de cartillas de racionamiento, nunca le faltó el ánimo para disfrutar de los bailes, del fútbol en Chamartín, del los amigos y de las chicas, pero jamás olvidó lo del socialismo.


Trabajó en tantas cosas... que ni él mismo recuerda. De alicatador a vendedor de carbón. Fotógrafo y vendedor de cuadros "Typical spanish"a los yankees de Torrejón.


Tuvo tantas novias... pero no olvidó ninguna. Desde "niñas bien" hasta chicas del baile.

Las correrías de juventud terminaron cuando se casó. Toñita le llevó al altar. Los primeros cinco años de casados se acomodaron en casa de los padres de ella, pero la falta de intimidad hizo que se mudaran al portal de enfrente donde vivieron de alquiler.


Lejos de buscar un trabajo de horario fijo fichando al entrar y salir, su espíritu libre le llevó a adentrarse en el mundillo del espectáculo, ocupación que le permitía andar de aquí para allá, conocer gente y desmarcarse de las obligaciones hogareñas.


No le fueron mal las cosas Toñita y Vicente. Mediados los años 60 tomando de prestado unos duros de los padres de Toñita, se liaron en un piso por esa zona nueva tan bonita de Madrid.






Era un señor piso. Ascensor, puerta de servicio, cuarto de plancha...No era lo que se dice el piso de un proletario, pero Vicente seguía sintiéndose socialista.











No tardó en llegar el seiscientos con el que hacían sus escapadas dominicales al rió Alberche. Tanto les gustó a Vicente y a Toñita aquella zona que se compraron una casita de campo.



La dictadura le se hacía larga. ¡Treinta años ya!. Demasiados para su corazón de bohemio socialista . Treinta años llevaba Vicente sin poder cantar el himno de Riego a pleno pulmón. Ansiaba que terminára ya aquella pesadilla de vencido. Veía cómo él se hacía mayor y sus hijos crecían. Ninguno destacó en los estudios pero sacaron la vena artística del padre, el afán luchador y el alma de poeta socialista. Buena gente.


Toñita jamás cuestionó los ideales de Vicente. Ella no opinaba, se dedicaba a las cosas de la casa y los niños. La familia era su única ocupación y como el dinero nunca faltó -ni sobró- vivía feliz.


El seiscientillos se le hizo pequeño y Vicente se compró un Renault 6. Fueron años en los que se sucedieron las celebraciones familiares. Los bautizos de los muchos sobrinillos que iban viniendo a la familia, comuniones y cumpleaños. Las bodas de oro de sus padres... pero por muy entretenido que estuviera, siempre rondaba en la mente de aquel hombre una pregunta:





¿Cuando se acabará esto?





Su pregunta tuvo respuesta. Vicente contaba 54 años cuando el 20 de Noviembre del año 1975, Franco murió. Se puso entonces en marcha el mecanismo para la reforma política y cuando volvieron las elecciones libres, pudo respirar el aire mas fresco de su vida, los colores eran mas vivos que nunca, su corazón palpitaba acelerado al ver Madrid empapelado de carteles del puño y la rosa.





Mas de un fin de semana dejó de ir a la parcelita del Alberche por pasearse por el Madrid engalanado. ¡Democracia!, ¡Libertad! ¡PARTIDOS!...PSOE.


Pocos años después vería su sueño hecho realidad:


¡ista, ista, ista...España es socialista!... era el clamor callejero cuando el partido socialista ganó las elecciones. No lo podía creer, a sus sesenta y tantos años se sentía mas joven que nunca, lloró de alegría y daba gracias a Dios por darle la salud de poder disfrutar ese día. Sí, daba gracias a Dios, porque para él el ser socialista no era incompatible con creer en Dios. Otra cosa eran los curas.


Su negocio de reportajes fotográficos marchó bien hasta que se jubiló, y como muchos abuelos, trabajó de canguro de sus nietos.

Sus hijos se ganaron la vida según el patrón aprendido en casa. Supieron buscar trabajos de horario "flexible". Gozaron de los derechos que la democracia les brindaba. Se casaron y descasaron cuantas veces les venía en gana. Eso hizo sufrir al bueno de Vicente que criaba los hijos que su hija tenía con uno o con otro. Pero nada le partió al corazón como cuando se enteró que algún nieto se "perdió" por el camino. No entendía... no alcanzaba a comprender cómo un hijo suyo pudo tomar esa fatal determinación.

Pudo votar dos veces mas al PSOE, el candidato Zapatero era joven y le daba la impresión que era el revulsivo para que España se pusiera, al fin, al nivel de Europa.


Ya anciano, Toñita le anunció que Vicentito, su nieto preferido, se casaría pronto. Sus lagunas de memoria no le impidieron ilusionarse cada día esperando ver a su nieto en el altar. No sabía nada, pero no hubo altar, hubo juzgado. Lo entendió, pero lo que le rompió los esquemas fue ver a su nieto casarse con otro chico. Calló, no dijo nada. Fue la primera fiesta en la que Vicente no bailó. Alegó la flojera de las piernas. Le flojeaba el corazón.


Sus últimos meses estuvo rodeado de sus hijos. Habían vuelto a casa, no por estar con él, sino porque no tenían donde vivir. el uno, dos años en el paro y el piso embargado por no poder hacer frente a la hipoteca. El otro echado a la calle por el juez que otorgó a la exmujer el piso y la custodia de los niños. La hija volvió de Bilbao donde no pudo ejercer sus estudios por no sacar el título de "Euskera".

Sintió que el socialismo le había traicionado, que lo que estaba viviendo poco tenía que ver por lo que él luchó y sufrió hace tantos años. No renegó nunca de sus ideales pero vio claro que los de Ferraz le habían hecho sufrir mas que "el tío kiko", como llamaba él a Franco.

Cuando su salud se quebrantó irreversiblemente fue ingresado en La Paz. Allí donde una fría tarde de hace ya algunos años sacó su petaquita coñac para brindar.

Solo tuvo fuerzas para pedir que en su funeral sonara el himno de Riego. Y sonó.


Descanse en Paz.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el relato. Tiene un cierto aire a lo "Vizcaíno-Casas".

    Me pregunto cuántos "Vicentes" habrá en España (en las zonas rurales de los feudos socialistas, como Extremadura o Andalucía, sobre todo).

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  2. Un gran relato. Creo que identifica bastante bien el sentir de muchas personas que acabaron (y siguen) confundiendo república, como forma de gobierno, con socialismo. También refleja muy bien cómo desde el PSOE se han destruido las ilusiones de muchos que vieron en el socialismo una especie de panacea que cura todos los males, sobre todo de quienes, como el Vicente de su relato, vivieron con pleno uso de razón tanto la Guerra Civil, como el Franquismo y la Transición para luego ver con sus propios ojos como se pudre el fruto de tanto esfuerzo entre la desidia de los mismos políticos que ellos auparon.

    Un saludo.

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  3. A Museros:
    "Tiene un cierto aire a lo "Vizcaíno-Casas"".
    No te pases. ¡Qué mas quisiera yo!. De todas maneras, muchas gracias.
    Para Pfunes:
    Si esto es socialismo, que venga Marx y lo vea.

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  4. En su dia, Jose Antonio hablo en su discurso de que el socialismo nacio para una causa justa. Esta historia lo demuestra. Muchas personas con ideales creian que los buenos eran los socialistas, solo que no sabian (y muchos siguen sin saber) que los socialistas ya no luchaban por la justicia, sino por acabar con todo lo conocido hasta ese momento.
    Y si de verdad esta inspirado en una vida real, supongo que el protagonista acabaria arrepentido de haber apoyado a semejante calaña.

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  5. Rafa, de verdad, ENHORABUENA, un excelente relato, de otro español que perdió la guerra y después, perdió la paz.

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Rafa España YA NO publicará todos los comentarios.
Así que ten cuidado con lo que escribes, me reservo el derecho a dejarlo expuesto para escarnio.